martes, 27 de marzo de 2012

#LozanoRivero


A Gaby Perdomo, Paulina, Julieta, Raquel, Isabella López Perdomo y a Nati Rigonni.
A Jesús Tesoro.

Manuel García Estrada

Día soleado y caluroso pese a ser un día uno de diciembre. La plaza de armas estaba llena; en Córdoba, Veracruz, se realizaba el mejor de los festivales de lucha contra el SIDA de México, por eso él estaba ahí.

Con rostro expectante buscaba a mi amiga Gabriela, parte del comité organizador del festival. Al hallarla me dijo que me presentaría a alguien, era 1999 y también en aquel año se hablaba de un apocalipsis que tampoco se cumplió. Caminamos hasta el centro de la plaza y ahí estaban dos activistas educando a la gente sobre el uso del condón, hablaban de sexualidades y de cómo disfrutar todo ello sin sentir culpa. De pronto un asistente preguntó si debía usar o no doble condón para tener sexo con su novia. Uno de los activistas, el más rubio, se puso un condón en la mano derecha y otro en la izquierda y pegando las manos las friccionó y reventaron los globos de látex ante la mirada sorprendida de los educandos.

Gabriela interrumpió las explicaciones y me presentó diciendo que yo editaba la revista más leída en aquella ciudad, él sonrió de manera tan honesta y transparente que me sentí acogido, él extendió la mano y me dijo “yo soy Ernesto Lozano Rivero” y al escuchar el acento le pregunté si era cubano, y me dijo que sí, pero me aclaró enseguida que no era castrista. Me retiré a seguir curioseando en el festival sin saber que ese encuentro me llevaría por caminos insospechados en mi propia visión del mundo.

Poco tiempo después Ernesto Lozano expuso en el Centro Cultural Los Portales de Córdoba en compañía de Jesús Tesoro y a través de sus comentarios, pinturas y acciones comencé a descubrir al que se convertiría en el maestro del Pop Art en México.

Poco a poco Ernesto comenzó a viajar más a Córdoba para exponer y para dar pláticas de protección contra el SIDA a los cañeros, campesinos, estudiantes y oficinistas que tenían relación con la familia de Gabriela, los Perdomo Bueno, gente que no sólo ha mantenido un nivel económico sobresaliente sino una preocupación genuina por los demás. Así pues ellos comenzaron a financiar la educación de cientos de personas en la región central de Veracruz en combate abierto al VIH.

Comencé a coincidir más con Ernesto en la casa de Gaby, Lozano era un cubano peculiar pues no bailaba, no tomaba ron ni café y no fumaba puros, para colmo no estaba muy del lado de Fidel Castro. Tiempo después me contó el incidente vergonzoso en donde la hija del dictador isleño vetó un cuadro que exponía el pintor en la ciudad de México. Ese hecho fue demoledor en su creencia ideológica pues nunca pensó que una obra de arte pudiera ser penalizada por la estúpida razón de no exhibir a los que se creen dueños de Cuba. Eso sí, jamás dejó de reconocer que el comandante es uno de los hombres más inteligentes del mundo y que estaba en tan buena salud que sería capaz de sobrevivir a la muerte del artista. Hecho consumado el 20 de marzo del 2012.

En aquel tiempo salía yo de una crisis profunda en donde mi sexualidad había sido sacudida por mil sucesos y cuando más deprimido estaba Ernesto Lozano se convirtió en un amigo medular que acabaría siendo para mí el mejor de todos mis amigos.

Conté a Ernesto lo acontecido en mi primera relación homosexual y de lo mal que lo estaba pasando, él caminó a la colonia San José para identificar a quien se había encargado no de impulsarme a salir del clóset, sino al que me largó del mismo y decidió hacer algo que jamás podré pagar: me mostró al mundo gay en sus más diversos colores.

Ernesto era un excelente hunter, conocí con él todos los baños de vapor de la ciudad de México pero jamás olvidaré al primero de todos los que recorrí, los baños Rocío de Orizaba, Veracruz, a un costado del mercado Emiliano Zapata.

Con Ernesto fui a los Rocío de Zaragoza, a los clásicos Mina, los Finisterre, los de la Basílica de Guadalupe, los de Aviación, y a los Tlalpan. Todos prácticamente son visitados por “chacales” o morenos de buen cuerpo que siendo de un nivel socio económico bajo se conservan en buenas condiciones debido a sus trabajos de faena manual, policiaca o militar. Los Finisterre son un tanto más fresas, pijos o chetos pero al final eran también espacio de cultura gay, en ellos no falta quien cante, baile o hable de política y contra el clero. Los de la Basílica son prácticamente visitados por policías y los de Tlalpan, bueno, a esos dicen que  asistía Monsiváis. También con él conocí los San Juan pero sinceramente él conocía todos y en todos él se adaptaba y divertía, yo que siempre he sido melindroso para esas actividades y acababa aprendiendo mucho y rompiendo todos los esquemas que tenía establecidos como posibles en la sexualidad.

Ernesto me llevó a antros gay y comenzó a mostrarme a la ciudad más libre de Iberoamérica en todo su esplendor, la ciudad de México. Gracias a él comprendí más lo que yo quería y lo que me gusta, jamás me mintió para invitarme a los distintos lugares, siempre me advirtió lo que podría ver y es que en los baños Mina, por ejemplo,  puedes encontrar a un anciano obeso teniendo sexo con un joven delgado y guapo de 18 años o a un manco teniendo sexo con un trans de tetas enormes y pene erecto; ir a un dark room como La Casita para ver clientes limosneando un poco de sexo en medio de sillones sucios y lúgubre iluminación. Así fue siempre, honesto, digamos que a veces hasta un tanto cínico pero siempre será mejor quien hable sin tapujos de todo a quien habla a medias y miente.

Con Ernesto me inicié en las marchas gay, conocí las cantinas del centro histórico del D.F. y supe que muchas personas que yo conocía eran homosexuales o bisexuales gracias a él.

Él sabía el precio de mucha gente de todos lados, porque cuando él viajaba tenía el mismo ritmo sexual del que vivía en México. Así pues el sujeto no sólo aportaba información de geopolítica, economía, religión, filosofía, arte y comunicación, también dominaba el sema del sexo con todos y los actores de todos lados.

Lozano Rivero viajó mucho, expuso mucho, habló mucho e hizo mucho. Pocas veces te topas con alguien que es capaz de hacer tantas cosas a la vez y que posee una cosmovisión lúcida y renovadora; era muy difícil que cayera en las garras de los manipuladores y sus contrastes eran espeluznantes porque podía hacer cualquier mariconez mientras aullaba cuando un gol entraba a la portería en un partido de fútbol de la liga española.

A Ernesto le gustaba comer. Comía de todo, él me enseñó a comer tacos de muerte lenta afuera de las estaciones del metro (subterráneo) y preparaba las pastas con velocidad y buen gusto, servía los platos en su casa decorados y era capaz de hacer de algo frugal todo un ritual de alimentación. Sabía lo que era el buen vivir aunque jamás tuvo mucho dinero, digamos que casi siempre estuvo como muchos artistas del mundo, luchando día a día por sobrevivir.

Cierto día, después de ver una exposición de cuadros sobre la isla de Cuba Ernesto me tomó una serie de fotos en casa de Gabriela, en Córdoba, en ellas estaba viendo un tulipán y con la destreza fotográfica que tenía me convirtió en una serie de retratos. El primero fue “Pandemónium” (1), en esa obra Ernesto me jugó en blanco, negro y rojo dejando sólo mi ojo visible en verde y escribió versos de mi poeta favorito, Walt Whitman. Ernesto y yo vivimos una imposible posibilidad de cariño porque sencillamente las cosas que no son no son o que no fueron no lo fueron, y punto.

Después de “Pandemónium” me pintó exactamente como en el retrato pero se adicionó él con una lágrima en verde y después me pintó pensativo, malicioso, maldito y culero. Su rabia salió e infortunadamente no pudo conservarse el cuadro más que en fotografía porque el músico cordobés Juan Cureño, que acabaría convirtiéndose en el mejor guitarrista de México (2), pintó bigotes, colmillos y estrellas en los cuatro rostros míos en casa de Gabriela. . Fue muy doloroso para él pero cuando puso tierra de por medio su vida cambió para bien, Lozano estuvo en París y regresó imparable.

“Pandemónium” fue un retrato ya mucho más cercano a lo que vemos en el artista hoy en día, el contraste, la surrealidad, la abstracción, la reinterpretación de la realidad y esa proyección del alma en la obra generó comentarios sobre el porqué no pintar en pop a su regreso de Francia.

Pasando los días y queriendo hacer un retrato para Gabriela Perdomo Bueno el artista creó la primera obra 100% pop llamada “De monarcas y otras historias” (3) así pues aunque “Pandemónium” es el proto pop en él queda para todos la claridad de que la responsabilidad absoluta del nacimiento del maestro del Pop Art en México es su obra consecutiva de retrato, la de Gaby.

Después de “De monarcas y otras historias” el pop se convirtió en cascada imparable que retrató a cerca de 20 cordobeses dedicados al café, la cultura, las artes y también a la nada. Pero están ahí sonrientes, cubiertos de la cabeza o desnudos. Las exposiciones en Córdoba se multiplicaron y llegó a realizar una obra que fue borrada por él mismo tiempo después ya que por no tener dinero para pintar cubrió el retrato de la patrona de la ciudad, la Virgen de la Soledad, en pop para crear una nueva obra.

En su magnificencia y genialidad pop hay tres etapas, la primera llena de sonrisas y sueños, la segunda en donde el movimiento aparece en las obras de manera constante. Para distinguir las dos primeras debo ser preciso, después de pintar a los actores de la película de Emiliano Zapata aparece su segunda etapa y cuando pinta la serie de fútbol culmina dando paso a lo que hizo con el estado de Sonora y los cuadros de gente, animales y objetos.

La primera etapa o su etapa del bajo pop se traduce como los lienzos cubiertos de colores que jamás se repiten pero que tienen mucho que ver con Warhol, culmina con la obra sobre él mismo en Cuba, lo cubano, su madre y su pasado rescatado pero traído al presente. La segunda etapa o media del pop es a partir de Zapata en la que tenemos a los personajes mexicanos por excelencia como María Félix, Mauricio Garcés, Pedro Infante o internacionales como Jimmy Dean culminando con los futbolistas más populares incluyendo al ícono Pelé, a quien le dio en su propia mano el retrato frente a las cámaras de Televisión Azteca en cadena nacional.

Después de los futbolistas revienta en los lienzos la maravillosa colección de Sonora en donde refleja al desierto y su grandeza lleno de la cultura producida en el norte de México, en esa obra lo que tenemos son contrastes duros, cual golpes secos a las neuronas de los espectadores. Estamos en la tercera etapa, la alta etapa del pop. Hace genuinas postales culturales de aquel estado y refresca a las artes mexicanas con singular alegría. Lo que sigue es la brillantez de pintar círculos, objetos, todo contrastando y deformándose ligeramente en medio de paseos volátiles, palabras y juegos coloridos que buscan revitalizar las retinas de los espectadores.  

Entre toda su evolución pop hallamos dos temas de su interés: las esculturas del cow parade en donde hace dos maravillosas obras para la mantequilla “Gloria” y la kistch en donde usa brillantina para pintar con ella a Mickey Mouse y demás personajes de Disney como burla y posibilidad de arte.

Sobre la tercera etapa debo comentar que multiplicó el uso de colores manteniendo su genialidad: jamás repetía contrastes o combinaciones ¿cómo lo hizo? No lo sé, las mentes brillantes son capaces de cosas inimaginables si no… no serían geniales.

La vida de Ernesto estuvo llena de amores y amantes, su talón de Aquiles fue justo este, porque aunque buscaba el amor y lo llegó a experimentar fueron sus ansias de probar cada vez más cuerpos, como diría Kavafis, lo que le hizo perder a sujetos que lo llegaron amar con todas sus peculiaridades. Lozano fotografió a docenas y docenas de hombres desnudos, fue capaz de convencerlos para sacarse la ropa pero también para mostrarse erguidos, expectantes, activos, pasivos, dispuestos para lo que sea, a muchos otros los grabaría en vídeo. Pero su colección de desnudos debe ser de las mejores de México y merecería estar exhibida en algún museo de amplio erótico criterio.

Recuerdo que cuando la poeta orizabeña Natividad Rigonni presentó su poemario “Lotería” en el Palacio de las Bellas Artes Ernesto estaba sentado en la primera fila y cuando me vio llegar abrió su computadora portátil para enseñarme una grabación en vídeo de un sujeto al que le practicaban fisting. Me sentí apenado y le dije que esperara porque había mucha gente y estábamos en el recinto sagrado para los artistas, honestamente me puse muy nervioso y apenado porque aunque quisiera haber visto el vídeo no era el lugar adecuado para ello, según yo, y guardó el ordenador.

Ernesto me hizo cuatro colecciones de fotos: “tulipán”, “en mi azotea”, “leather bear” y “el muñeco pambolero”, esta última en diciembre de 2011. Jamás me retrató desnudo, debí pedir que lo hiciera para ser parte de todo lo que hizo con tantos hombres que se permitieron mostrar al universo a través de la lente del genio maestro del pop art.

En 2006 Ernesto dirigió por petición mía la Bienal de Arte Mundial de Córdoba “Posmópolis” y fue sensacional ver como los artistas de 14 naciones enviaron más de 300 trabajos respondiendo a su llamado. Lozano era el único artista que no participaba en la muestra de arte así que Nati Rigonni me pidió algunos cuadros para hacer en una sala de la Quinta Calatayud, sede del evento, una instalación en homenaje al artista plástico, cosa que le sorprendió y agradeció muchas veces. Nati me parece que tuvo una excelente idea ya que le realizó ese reconocimiento años antes de que el Instituto  Nacional de las Bellas Artes se lo hiciera con motivo de sus 50 años.

Ernesto discutía mucho y con muchos, conmigo incluso, en junio de 2011 dejé de verlo, seguramente fue por alguna estupidez de las que uno toma a pecho y acaban siendo pendejadas, pero así fue. A principios de marzo de 2012 comencé a pensar en él muchísimo, así que un día cuando no pude más salí hacia su casa.

Toqué el timbre del edificio Comodoro de Medellín y Álvaro Obregón, en la Roma, subí al cuarto de azotea que él adaptó como estudio y mini departamento y entré. Lo vi muy delgado, lánguido, amarillo, le costaba trabajo respirar, al momento de acercarme a saludarlo con un beso me detuvo diciendo “tengo hepatitis” y di algunos pasos hacia atrás. Comenzó a toser, hablaba de que se sentía mal, y me dijo que se iba a morir, le dije que no dijera pendejadas porque “mala yerba nunca muere” y le pregunté que qué estaba comiendo, me dijo que Jesús Tesoro, su compañero y amigo de toda la vida, le llevaba de comer. Le dije que hablaría con su amigo.

Salí convencido de que Ernesto Lozano estaba grave, traté de intervenir y de esto no quiero hablar más, pero acabó en el hospital general, y yo me enteré de su muerte a las 24 horas de la misma a través del periódico en el que escribía la mejor de las críticas de arte de México, en “La Razón”. Vaya jugarreta de la vida, a Lozano le encantaba que se hablara de él y a veces nos enterábamos de lo que hacía o le pasaba en redes sociales o medios de comunicación y así es como enteré que dejó de ser el sonriente pintor, el emotivo hijo, el creador alucinante, el debatiente militante, el activista formidable.

Lozano apoyó la causa de los campesinos de Atenco, del pueblo de México en la lucha por la democracia, la de Andrés Manuel López Obrador en contra del fraude electoral a quien por cierto siempre acompañó con una bandera del arcoíris (4) en las movilizaciones en el D.F. Ernesto se enamoró de Córdoba, Veracruz y fue aguerrido y combatiente anti imperialista.

Hace una semana se murió el que fue mi mejor amigo y hoy cuando pienso en homenajes y artículos que volveré a escribir de él sé que no me leerá pero sé que su leyenda apenas inicia a viajar por las calles y campos de todo el mundo porque Ernesto no tuvo una nacionalidad en particular, él nació en Cuba y vivió en México pero amó al planeta entero y a sus ciudades, y por supuesto a muchos de sus varones.

Descanse en paz el maestro del POP ART de los iberoamericanos, mi maestro en los caminos de la sexualidad, el amigo sensacional y divertido, el amoroso militante de la libertad y el más genial y sorprendente ser humano que muchos conocimos.

Faltó que pintara más.

Mi amigo Ernesto se murió hace poco más de una semana... pasado mañana estaré en su homenaje en la Galería Lisboa de la ciudad de México. Ahí nos vemos. Vamos a recordar al que es el maestro del POP ART. . . y de ahí a seguir nuestros caminos que siempre acabarán enlazándose con él. Él sencillamente dejó de respirar para comenzar a vivir en sus pinturas y en todos los colores.






















Ernesto Lozano







(1)    Pandemonium. Tomó el nombre del libro “Pandemonium Inside: textos libres y herejías completas”. Manuel García Estrada, 1999.
(2)    Juan Cureño, ganador del premio de guitarras Fender como el mejor guitarrista de México 2010.
(3)    “De monarcas y otras historias” hace referencia a que los Perdomo Bueno son una familia cordobesa que pareciera de la corte monárquica por su educación y tradición.
(4)    La bandera de franjas de colores del arcoíris es el símbolo de lucha de los gay, lesbianas, transexuales, transgénero, intersexuales y bisexuales del mundo.

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