Manuel García Estrada
¿Cómo será democrático y libre un país cuando mucha gente que lo habita no es participativa y prefiere seguir órdenes para mantener su cómoda mediocridad vigente?
Hace unos días hablando con un sujeto completamente egoísta, hijo de un prestigioso investigador latinoamericano, me di cuenta de que hay aún muchas personas que no ven más allá de sus narices y sus pretensiosas existencias. Esos mediocres y anti éticos sujetos militan en la derecha sin ni siquiera saberlo.
La derecha actual es la ideología de los mochos, de los conservadores, de los que obedecen al rey de Roma aunque vivan en otros países, son los que están a favor de la muerte de las mujeres que tienen que abortar en clínicas ilegales y de la pena de muerte en las cortes, son los que creen que se debe enseñar religión en los colegios siempre y cuando sea la católica, los que justifican las violaciones de mujeres porque éstas llevan falda corta, promueven la homofobia y aplauden el enriquecimiento de unos cuantos porque el libre mercado “soluciona todo”, esas personas son las que se la pasan quejando del país y dicen cómo debería de ser, pero eso sí, tachan de conflictivos a los que en democracia participativa hacen marchas, plantones, protestas, se quejan en las oficinas y desafían al presidente, el Senado o a la Suprema Corte de Justicia. Gustan del protocolo y la adulación, festejan la represión y justifican la muerte de un estudiante normalista que se enfrenta al poder en exigencia de sus derechos educativos constitucionales, los derechistas detestan la contaminación pero usan automóvil y echan el coche a los ciclistas, le dicen a los vecinos de una calle que no coloquen objetos para apartar su lugar porque “la calle es de todos” pero eso sí, dejan en el “valet” su auto propiciando la explotación del espacio público para fines privados por mafias urbanas de cuello blanco. Esa derecha es la que hace campañas de odio en los medios, aplican fraudes electorales, se burlan de los adversarios, denigran a los que piensan diferente y realizan amenazas de muerte a activistas que denuncian a los curas pedófilos, creen que el dinero les hace subir su estatus y son prepotentes y violentos contra los policías de tránsito mientras le rezan a la virgencita del Tepeyac y ven con buenos ojos la construcción de centros comerciales y hoteles que esclavizan de manera moderna a los que tienen el mismo color de piel que la guadalupana, llegan a llamarse a sí mismos apolíticos sin saber que eso significa no interesarse en los asuntos públicos y creen que portar un moñito blanco en la solapa es pelear por la paz de una nación cuando en realidad lo que buscan es que haya silencio ante el abuso y la opresión.
Los peores derechistas buscan hacerse pasar por militantes de “centro” cuando en realidad no es posible que haya medio embarazos o medio abortos, media transparencia electoral o media justicia ante un caso como el de los niños de la guardería ABC. Todo lo buscan a medias porque creen en la tolerancia, es decir, en soportar lo que no es correcto. Son mediocres, no aspiran a un mundo verdadero y genuino sino a un lugar donde las apariencias reinen y no haya sueños que transformen al planeta y sus ciudades. Esos “centristas” y derechistas están definidos en los textos “sagrados” apocalípticos del libro en el que supuestamente creen pero que no han leído, son ignorantes degradantes de su propia cultura, son analfabetos bíblicos del “Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero porque eres tibio y no frío o caliente, voy a vomitarte de mi boca.” Apocalipsis 3:15-16.
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