martes, 2 de noviembre de 2010

El dios de nada.

El dios de nada

Manuel García Estrada

En el laberinto de cascabeles, en la vieja patria, sentado en el altar de mármol blanco está un viejo y sabio dios que en el pasado tuvo poder sin magia.

Conoció de lejos a Horus y fue más que profeta. Su paráclito Maní le condenó a disminuir su poder y con la llegada de Mahoma volteó a ver a Occidente y se asiló con fuerza cediendo autoridad a un hombre.

El dios de Occidente se refugió en la bota que fue puesta años más tarde sobre tierras que ni Él sabía que existían. Y nuevamente cedió poder al hombre y en su nombre llovió vino tinto en todas partes.

Un día el viejo dios viajó al nuevo reino y vio vileza en su nombre y se encontró en medio de un cementerio de dioses y diosas de esos parajes y entendió que ahora Él había arrojado del templo a los que antes lanzaron a una de ellos. Y lloró.

Con el paso del tiempo que para Él son apenas días vio el nacimiento de muchos profetas y con ello observó al hombre de Roma nuevamente hacerse poderoso, tanto o más que Él. De inmediato lo llamó a Cónclave de Fe. Pero nadie se presentó.

Hoy, a las 12 del día, el dios se da cuenta de que no posee nada, ni siquiera es capaz de que su Verbo nuevamente haga una patria.

Hoy las hordas de creyentes han puesto en los templos las imágenes de miles de semi dioses y en los altares se sacrifica a su pueblo e ideales, valores y mandamientos cada siete días.

Caminando lentamente, ya hacia las 5 de la tarde, apoyado en un bastón de rama, no reconoce nada de lo que fue Él, su iglesia y la fe. Se detiene frente al árbol sagrado y prohibido, legado de otro dios, uno justamente anterior a Él e inhala con fuerza sabiendo que hoy es dios de nada.

El dios muy cansado toma pan y vino y viajando entre ideas se traslada al lugar más venerado y pacífico del mundo viendo que de ello entre los lamas hay solamente lo mismo, nada.
Son las 10 de la noche y el dios de nada ha decidido irse y permitir al Cielo que se cumpla la profecía y todo, de nuevo, sea borrado con un rayo y comience otra vez un hermoso Reino dejando al mando ya no a un hombre sino a una Virgen que escondió muy bien para este día.

Sopla el viento, llueve sal y caen pichones envueltos en llamas, son las 11:59 de la noche de la vieja Era, las ciudades se inundan con sangre y los volcanes cantan salmos legendarios, ha muerto el dios de nada.

Al amanecer un reportero le pregunta a un cardenal qué pasó en la noche con tanto drama y el sujeto respondió sonriendo: tranquilo, no pasó nada.

1 comentario:

  1. La nada, esa gran devoradora de dioses y prosélitos… después de todo solo Nada.

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