lunes, 24 de octubre de 2011

¿Y el cambio apá?


Manuel García Estrada / Milenio/ 
Serie: Aceptando la realidad, parte II.


No hay posibilidad de cambio mientras la sociedad sea hipócrita, mientras se siga atentando contra el talento, la inteligencia y el esfuerzo. Es difícil que haya cambio cuando lo que impera es el chisme, la envidia, la mediocridad, la mentira.

Cuando un individuo desea hacer cambios sociales lo más determinante será su empeño y la capacidad persuasiva sobre los demás aunque no participen con el mismo entusiasmo. Es común que muchos hablen y critiquen, se quejen y sufran, pero muy pocos son los que actúan, los tontos son los que teniendo una leve consciencia creen que hay que hacer que toda la gente crea y actúe a favor de la evolución, ingenuos o inmaduros quizás pero sobre todo estúpidos porque reinciden en el error. Los grandes cambios de la humanidad no lo han hecho los pueblos del mundo, los han generado un puñado de individuos determinados a construir una posibilidad diferente.

En una comunidad alguien crea una idea para la mejora social, lo habla con algunas personas y esa fuerza es capaz de incidir en la agenda de gobierno, en el orden urbano o ambiental, pero si se empieza a creer que es sólo a través de grandes convocatorias y movilizaciones como se alcanzará la mejora difícilmente lo harán. Los gobiernos, la iglesia, siempre apuestan al desgaste de los movimientos y corrompen, siempre será más fácil disgregar asuntos con varias cabezas que un grupo compacto y unificado con ideas claras y principios superiores.

El que obstaculiza la evolución es el inmaduro, el ingenuo, el tonto, el mediocre, el simulador, el hipócrita, el corrupto, el dogmático, ellos son adiestrados por la escuela y la religión para ser corderos y no dudar, no cuestionar y mucho menos para violentarse ante algo intolerable o al menos son domesticados para ser comparsa de los atropellos e injusticias. Desde la perspectiva del desarrollo del intelecto es claro que la violencia no lleva a la verdadera justicia pero tampoco su más honesta aliada que es la apatía, en la que caen  las masas.

La apatía es una violencia a la que se le cuestiona reclamando pero a la que no se le analiza a profundidad porque ello llevaría al despertar de todos los que son huevones mentales y holgazanes de la vida. Los apáticos son los que se conforman, los que prefieren seguir arrastrándose con la falta de dignidad a levantar el puño, la voz y la mirada hacia lo que debe ser correcto en nuestra sociedad. Eso es, definitivamente, un acto violento porque daña de manera brutal a las nuevas generaciones condenándolas a ser parte de una manada y no a ser ciudadanos.

La humanidad ha sido desmantelada en su ética, en su moral, porque los que se creían dueños de ellas han preferido sacrificarlas a permitir la laicidad de ambos conceptos. Estamos en una época muy bien construida donde el pensamiento neoliberal, se ha hecho dueño de las neuronas y billetes de los que ejercen el poder y de los que mansamente están dispuestos a someterse. Es tan enemigo del desarrollo el empresarios rapaz y explotador como su esclavo trabajador sin derechos y conformista, ambos hacen que el mecanismo funcione, por ello para romperlo no hay cabida para la convocatoria masiva porque lo que más hay son pobres.

Los movimientos como “indignados” están creciendo entre clases medias, no entre los miserables ya que ellos no tienen internet, libros o posibilidad de debate porque están primero que nada preocupados por sobrevivir y permanecen, como consecuencia de su bajo nivel educativo, en su cómoda mediocridad creyendo que el mundo es justo por gracias de dios. Para indignarse se debe tener dignidad y hay quienes eso no lo conocen.

Anecdotario (sólo para blog por espacio).

1 El apático.
Conocí hace tiempo a un joven con voz magnífica pero se la pasaba quejándose de que nadie le hacía caso, de que necesitaba impulso. Cuando la familia decidió apoyarle le dieron los recursos para marcharse a la capital estudiar música y canto. Pasaron los meses, pasaron los años, la preciosa voz acabó siendo una posibilidad no usada de talento, el muchacho seguía quejándose, se cambiaba de escuela, decía que haría un disco, nunca lo hizo. Sus padres le financiaron el proyecto pero jamás lo hizo. Actualmente ese joven canta en un bar y se mantiene creyendo que el universo conspiró en su contra, no cree en el cambio, no cree en el esfuerzo, quisiera que el disco que tiene en mente existiera y quisiera presentarlo en el Auditorio Nacional y ser famoso y millonario... pero lo quiere todo hecho. Su nivel intelectual es tan bajo que no ha leído un solo libro en al menos 5 años. Se sigue quejando. Se sigue haciendo pendejo.

2 El mediocre.
He conocido escritores a los que de plano hay que hacerles todo el trabajo de difusión, pagarles sus presentaciones del material, publicidad, llenar los auditorios donde son invitados, se quejan de que nadie lee pero no quieren ser buenos lectores en voz alta, no quieren platicar con la gente que no sabe del tema del que hablan y se mantienen siendo mamones y divas cuando ni siquiera son capaces de trascender más allá de un grupo poblacional muy reducido.
Se quejan del país pero no quieren aportar nada a la sociedad, quieren ser leídos pero no quieren ir a las escuelas a platicar con los niños del porqué es importante leer, del porqué es importante llenar la mente de ideas de otros para construir nuevas realidades.

3 El envidioso.
Conozco pseudo gestores culturales que no han hecho nada importante pero que critican todo lo que se produce, son dueños de la verdad pero la verdad es que lo que hacen es inútil, intrascendente y buscan siempre aleccionar a los que si hacen y producen de manera venenosa y envidiosa.

4 El ladino.
He visto a muchos maestros excelentes quejarse de su sindicato y autoridades pero viven aterrados con el miedo a perder su plaza, su empleo, se quejan de sus compañeros pero no quieren apoyarlos y esperan siempre ser apoyados. 

5 El hipócrita.
Hay millones de seres que son incapaces de reflexionar sobre la existencia de dios, sin embargo y pese a que no creen en la institución religiosa andan por la vida obedeciendo ideas milenarias inútiles y contra natura, condenan entonces a la homosexualidad y si un día se descubren gustosos de los seres del mismo género agachan la cabeza, tienen sexo con quien sea, se casan y se mantienen condenando aquello que da posibilidad de ser libres.

Este individuo se ha acomodado bastante bien en la silla del juez y parte, del amable y el grosero, del mediocre, del hostil, del conservador y del cerrado de la mente porque ello le permite ser parte de un grupo, el tener aceptación por parte de otros que no importa que sean igual de patéticos que él y dañen a los jóvenes sumiéndolos en las mentiras y la ignorancia, en el odio y la envidia.

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