jueves, 27 de octubre de 2011

El arribo al siglo XXI.


Manuel García Estrada

En los últimos meses ha arreciado el debate en torno a la justicia social que emana del sistema financiero porque millones de personas en el mundo se han dado cuenta que ese poder, hasta hace poco incuestionado, que es el dinero y la manera en que se crea, está al servicio de unos cuantos en detrimento de las mayorías planetarias.

El cuento que se ha inventado para esclavizar no es nuevo, se ha creado una estructura social en torno a la economía con anestesia, todo debate que hable de la injusticia socio económica está por encima de ideologías neoliberales, neomarxistas, neo lo que sea porque se ha querido olvidar, también para el beneficio de unos cuantos, a la ética y a la moral. Esas que también han sido manipuladas por la religión y sus falsos ídolos.

La justicia no puede tener versión marxista o friedmaniana porque ambas maneras de explicar y operar al mundo manosean el concepto para entronizar en el poder a los sujetos que supuestamente liberan al mundo de sus males. Es decir, siguen el ejemplo de un dios redentor que salva a la humanidad. Cuentos para niños que ya no estamos en la etapa de creer como sociedad moderna y madura pero la mentira y el engaño caben en la posmodernidad, que por cierto murió en el verano pasado cuando los indignados lograron movilizar al mundo, pero que a ellos les favorece mucho a través de la cultura de la relativización de lo correcto, incorrecto, bueno o malo.

Asesinar a alguien es algo malo, se daña a alguien y a su familia, a su entorno, a los sueños, a las mil posibilidades del ser, sin embargo los señores del poder quieren seguir relativizando sobre ellos y debaten sobre pena de muerte y sacan frases religiosas como “ojo por ojo, diente por diente” para explicar las atrocidades. Esos mismos señores son los mismos que cuando se debate sobre despenalización del aborto se rasgan las vestiduras para decir que un aborto es un asesinato.

La pena de muerte es la fatídica penalización sobre alguien en donde un grupo de sujetos se cree más bueno y moral que el juzgado y determinan asesinarlo. Es decir, se creen capaces de determinar si alguien debe continuar su vida o no.

El caso del aborto es distinto aunque nos quieren manipular con la moral religiosa, que dista bastante de la moral humana agnóstica, en este asunto los mismos jueces que pueden llevar a alguien a la inyección letal pretenden gobernar las acciones de un ser humano sobre su cuerpo.

La mujer tiene el derecho inalienable de decidir qué hacer con su embarazo ¿por qué? Muy sencillo, ella es la que tiene un desgaste emocional y físico en el proceso, ella es la sufrirá una deformación en su cuerpo y eso debe ser absolutamente una decisión en la cual asuma las responsabilidades de sus actos. Si la mujer desea vivir la experiencia asumirá pues todo lo que ello desencadene pero si decide que no lo hará ¿por qué debemos obligarla?

Habrá quienes salgan a decir que no hay quien hable por el embrión pero a ese mismo embrión de convertirse en persona no le dejarán realizar lo que quiera en su vida porque será sometido a dogmas, culpas, miedos y políticas injustas, para colmo no le creerán persona al cien por ciento porque no le permitirán elegir su destino a través del voto sino hasta los 18 o 21 años.  A ese mismo embrión no se le tenderá la mano en un sistema económico en donde nació para ser esclavo porque deberá pagar sus estudios, tener un trabajo mal remunerado, vivir en una casa de interés social de 80 metros cuadrados y lo engordarán con alimentos chatarra, le exigirán que cumpla reglas que en nada le mejoran y que por supuesto le hagan seguir siendo un pobre y triste esclavo sin derecho a opinar.

Si los que se colocan contra el aborto fueran los defensores a ultranza de los derechos democráticos, la justicia socio-económica, la educación pública, laica, gratuita, obligatoria; los que exigieran contenidos de calidad en los medios de comunicación, los que salieran a defender a las mujeres maltratadas, a los niños abusados por los pederastas entonces sí les creería su plataforma ideológica, filosófica y hasta religiosa pero es aberrante que se coloquen en la defensa de la “vida” antes de nacer pero sean comparsa de la vida patética de millones de seres humanos.

Nuestra sociedad, la humanidad, no debe ya estar en manos de políticos- economistas y religiosos que se crean dueños del planeta y lo quieran explicar desde sus perspectivas actuando exclusivamente a favor de ellos y sus alfiles porque eso es, por completo, nada democrático.

Los alfiles, todo ese conglomerado de mediocres, miedosos, lamebotas y borregos, son los mejores capataces del resto, son las marionetas de una élite que pone a las masas a cocinar el pastel, a los alfiles a dividirlo y ellos se quedan con la mayor parte diciendo que lo obtenido es justo para cada quien y como al alfil se le da un poco más que al esclavo éste cree que está mejor posicionado cuando en realidad es también un esclavo. Muchos de ellos son comentaristas de televisión, diputados, senadores, secretarios de Estado, funcionarios públicos, activistas religiosos laicos, charros sindicalistas (líderes corruptos de los trabajadores), estrellas de televisión, académicos o líderes de opinión que manipulan a la gente para que se plieguen a los intereses de los señores del dinero. Abundan, pululan, su bandera es la medianía, su cobijo es lo gris, su sangre es la envidia y su ideología es la conveniencia.

Los alfiles o capataces son personas con necesidad de reconocimiento, con problemas de autoestima y profunda necesidad de pertenencia, su escasa capacidad de madurez les lleva por el camino de lo fácil para no pensar, no reflexionar, sólo obedecer y gustan, como a los perros domesticados, que les den una galleta después de hacer una gracia. Ellos son los que se encargan de acallar al ciudadano reflexivo, al desafiante, al que ha decidido no permanecer en las ideas viejas y podridas.

Los alfiles o capataces son los esclavos más rastreros de los dogmas, atacan y bloquean al talento, a la inteligencia, al audaz, al que ve las cosas de manera distinta porque sabe que si la creatividad explota y lleva a todos lados nuevas ideas su endeble posición se verá arruinada. Por ello sostienen a lo que no desea moverse porque así, la élite, es capaz de seguir viviendo entre lujos mientras el resto vive entre humo, baches, basura, policía corrupta y pobreza. Siempre nos será más barato enviar a los alfiles a terapia para que obtengan autoestima a brindarles un lugar en un gobierno o empresa.

Cuando la libertad nace en la mente y su energía proviene del corazón tendremos humanos capaces de no condenar ni cercenar a las ideas. Los libres aceptan lo distinto porque se reconocen diferentes, ellos gritan y exigen, cuestionan y reflexionan, critican y son capaces de modificar la cultura o revolucionar la tecnología para que todos puedan acceder a un siguiente nivel que no es ni mejor ni inferior sino simplemente otra ruta hacia el objetivo de la felicidad que engloba justicia, solidaridad, equidad, paz verdadera, democracia.

La internet con sus redes sociales ha creado una comunicación entre los libres que se reproducen por centenas cada día mientras los alfiles apenas si pueden comprender el serio cambio en el que estamos inmersos y que desespera a la clase dominante que ya sabe que nos hemos dado cuenta de su abuso y que su fin se acerca y es cuando más peligro corren los pueblos.

Desde los tiempos antiguos en Grecia se padecía a los oligarcas que se colocaban como enemigos de la democracia, en los años 411 y 404 a.C. la represión hacia el pueblo fue brutal, tanto así que más allá de intentar controlarlos lo que hacían era exterminarlos. Esos 30 oligarcas o tiranos de Atenas, como los actuales en México, eran capaces de pactar con los espartanos y recibir dinero de ellos para sostenerse en el poder. En aquel tiempo cuando la democracia fue reinstaurada, año 403 a.C., se efectuó una política de reconciliación que aunque no fue perfecta era mucho más humana y liberadora.

La oligarquía o gobierno de los pocos es efectivamente lo antagónico a la democracia, por ello la oligarquía se puede vestir de Prada neoliberal o de Prada marxista, se acomoda y camuflajea  eliminando la posibilidad del libre pensamiento, de democracia verdadera, justicia y equidad. Cuando el oligarca impera hace que las instituciones estén a su servicio en lugar de estar al servicio de la gente.

De manera pragmática es notorio como el socialismo cubano o el neoliberalismo norteamericano sostienen a una casta que se pueden apellidar Castro o Rockefeller y que no quieren ser cuestionados echando al combate a sus alfiles que se dedican a defender religión o ideología que sostiene a esos déspotas en el poder sin darse cuenta que ellos se ríen de los golpeados o muertos resultantes. El oligarca es sociópata y al no valorar la existencia de los ciudadanos es capaz de decir toda clase de locuras.

Hace apenas unos días en Libia fue asesinado el oligarca de aquella nación africana, fue eliminado por los oligarcas de Occidente que son iguales o peores que él. Gadafi fue muerto después de ser capturado y cualquier sensato condenaría el hecho de que lo justo debió ser llevar a juicio al sociópata que ordenó la matanza de ciudadanos libios con tal de quedarse en el poder. Usó todos los argumentos posibles como sacar a la luz la corrupción del gobierno de Francia, que no nos sorprende, o decir que defendía la soberanía de su país… o ¿habrá querido decir feudo?

Con la muerte de Gadafi debemos reflexionar sobre el verdadero peligro para la democracia y como ellos, los oligarcas y déspotas, dicen que quien les ataca es un enemigo y son capaces de matarlo para llamarse a sí mismos héroes, esas palabras las podría usar Gadafi, Castro, Sarkosy, Rockefeller, Soros o cualquier otro señor feudal del planeta.  

Hoy, en pleno 2011, hemos arribado al siglo XXI. Estamos ya rehaciendo historia, una que nos dijeron mañosamente que se había terminado con la caída del muro en Berlín y que, aunque genuinamente jamás dejó de correr,  fue declarada en reposo obligatorio por los oligarcas que se creyeron ya reyes de la tierra. Hoy estamos ya en el inicio de una nueva manera de pensar y actuar, quizás estamos arribando a una etapa de democracia verdadera que puede durar unos meses, unos años o al menos un siglo. Ello lo sabremos a medida que los ciudadanos libres sigan rescatando sus Estados, sus calles, sus espacios.

La democracia sólo puede existir en la laicidad, en la diversidad, en la apertura de las ideas y la creatividad, en el no prejuicio, en la comprensión, entendimiento y en la educación. Algo que a los oligarcas les enferma porque saben que si se elimina la idea de dios y sus religiones y la gente ejerce con alegría su conciencia el poder despótico y tirano morirá.



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