Manuel García Estrada
Es fácil identificar los estados, ciudades o regiones en donde no existe la democracia en México por motivo de la existencia de caciques.
Los cacicazgos se notan cuando las calles, avenidas o bulevares, hospitales o plazas se llaman como gobernadores, alcaldes o senadores. Se notan cuando se rinde homenaje y pleitesía a quienes gobiernan y no a los que son pueblo en pleno ejercicio de la ciudadanía. Se dejan ver en la evidencia cuando se cita a los que habiendo causando daños estructurales al Estado se les muestra como próceres.
¿Por qué quiere homenaje el cacique? Porque sabe que su existencia miserable y patética es insignificante y quiere ser recordado por el uso -y abuso- del dinero del pueblo. Una gran avenida no debiera llamarse como un gobernador sino como el arquitecto que la diseñó, como el benefactor que donó la tierra o como la vecina sobresaliente del barrio. Gente mucho más valiosa que un funcionario público. No ha excusa, al gobernante no se le rinde tributo puesto que quería ocupar un cargo sabiendo el precio de alquilarse como tal, no son faraones, no son reyes, no son héroes.
¿Para qué recordar para siempre a un sujeto que simplemente cumplió con su deber? Siempre será más valioso el hombre o la mujer que sin tener obligación con alguien ofrendó su vida por ese sujeto o grupo de personas al que sirvió. Ningún funcionario de gobierno -o de universidad pública- merece ser prócer a menos que su vida se haya perdido al pelear por la libertad, la justicia y la nación o que haya estado genuinamente en la causa de la gente.
Yo tengo presente como en 1994 a Colosio se le criticaba y hasta se hacían burlas para el candidato. Cuando fue asesinado vilmente se convirtió en prócer ¿a quién se le preguntó si había que hacerle mártir? A su equipo, a sus asesinos, a la televisión. No al común denominador de los votantes.
Manipular a favor del nombre de alguien que no aporta absolutamente nada y que sólo estaba en busca de su interés es costumbre del cacicazgo faraónico como cuando se habla de Miguel Alemán, Hank González o Arturo Montiel. Nombres oscuros que tratan de ser purificados a través de bulevares o parques. Ellos no hicieron nada más que cumplir -más o menos- con sus obligaciones. Los grandes logros de México son obra de la gente porque ni siquiera la expropiación petrolera fue exitosa por causa de un presidente... requería del pueblo y a ese inmenso grupo de mexicanos que apoyaron la expropiación no hay quien les recuerde. Son masa anónima, pero son en realidad los protagonistas acallados por la soberbia y el egocentrismo.
Hace falta que en este aniversario de la “independencia” y “revolución” de México revisemos nomenclaturas urbanas y rurales, cuentas de banco, negocios y aclaremos quién si ha defendido y promovido nuestra independencia y revolución, quién si ha cumplido con la Constitución -que es fruto de los movimientos sociales e intelectuales del país- para que de una buena vez hagamos un México honesto desde la forma y quitemos ya monumentos y nombres de parques o calles que rinden “homenaje” a quienes no poseen gloria y no hay que crearles artificialmente alguna.
Sería mejor que un edificio universitario se llamara como un académico, científico o estudiante sobresaliente y no como un rector o gobernador. Hay que dar honor a quien verdaderamente lo merece.
Por cierto, para quienes no saben que significa cacique el diccionario lo define como “Persona que en un pueblo ejerce influencia abusiva en asuntos políticos, sociales o administrativos”*. ¿Conoce alguno?
*Diccionario de la Lengua Española. Ediciones Culturales Internacionales.
@ManuelGarciaES en Twitter
No hay comentarios:
Publicar un comentario