Manuel García Estrada
En evocación a Sor Juana, Juárez, Villaurrutia, Frida y Novo.
Nacemos mexicanos y nacemos inmersos en diferentes credos o en ateísmo, algunos a través de su vida dejarán las filas de una iglesia para estar en otra o dejar de creer, esa posibilidad nos la da de manera gozosa el régimen laico que hemos pactado.
La lucha de miles de personas desde que México peleó contra la corona española -creo que hablar de independencia ante lo que somos en realidad es ridículo- para que la iglesia católica estuviera en su espacio preciso fue cruenta, intelectual y valiente. La lucha contra los fanatismos y el pensamiento escolástico exige datos y capacidad de debate.
La gran debilidad del mundo católico es la escolástica porque todo cuestionamiento viene de la anteposición de la existencia divina colocando a esa manera de explicar al universo en una amañada palestra de credo de facto. Es decir, la religión, el religar, es jústamente el mantenerte asido a algo que te impide la discusión de manera libre.
El Concilio Vaticano II echó abajo a la escolástica de una manera sutil pero golpeó fuértemente a esa posibilidad de debate debido a que en aquel encuentro y estudio para reformar el catolicismo se anunció que los católicos podían pensar libremente incluso colocándose en confrontación contra sus párrocos, obispos, arzobispos, cardenal o el papa. Juan XXIII acercó a la laicidad a su iglesia, la hizo más moderna, ese buen papa no sólo era un gran progresista, era un patriarca respetuoso y sabio.
Los mexicanos nacemos en un Estado que nos permite pensar como queramos y los católicos por su Concilio desde 1962 también. Así pues toda la manipulación a la gente nacida desde entonces a la fecha por el clero es un acto que atenta a la integridad y libertad de los individuos y para los temerosos al ser naturales o acogidos por la patria mexicana les decimos que sus derechos para disentir pueden ser vividos de manera cotidiana, abierta y libre.
Ceder a los intereses del Estado Vaticano y en particular a su gobierno monárquico a través de sus representantes directos, los príncipes Cardenales, es un atentado a la soberanía nacional y a nuestros derechos y valores, a nuestra identidad y principios. No podemos permitir que otro gobierno intervenga en México.
Nosotros hemos construído históricamente un espacio para todos. A veces se nos olvida ello, pero si leyeramos nuestra historia de manera reflexiva y leyeramos nuestra Constitución no tendríamos que discutir si debe haber derechos para todos o no. Es un derecho humano el amar y somos libres para ello y nuestra carta Magna así lo dispone... ¿por qué discutimos sobre el matrimonio gay, la adopción por parte de padres gay, la despenalización del aborto? Porque otros intereses quieren re tomar el control y no podemos permitirlo.
Nuestros ancestros nos han dado una República para todos en donde no debe haber segregación ni oscurantismo sino universalidad, cooperación, fraternidad, libertad. Hemos heredado una gran casa que es de todos y para todos, no podemos permitirle al monarca de Roma que nos divida y nos haga enfrentarnos, no podemos permitirles a los que mataron millones de personas durante 2 mil años que nos confronten. Los mexicanos somos gente muy pensante y que sabe defender las causas nobles. Así somos desde siempre. Recordemos a Sor Juana Inés de la Cruz y a don Benito Juárez, a Frida Kahlo o a Xavier Villaurrutia. Si ellos vivieran estarían defendiendo al Estado Laico y a la ciencias exigiendo respeto para todas las creencias, por ellos debemos apoyar las acciones que nos llevan al futuro y nos lo vierten desde ahora.
@ManuelGarciaES en Twitter
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